miércoles, 26 de agosto de 2009

UN VIVO ENTRE LOS MUERTOS

Amanece en Cali, y no es un día como otros, es una mañana fría y nublada, es como si el día ya estuviera predispuesto para nuestra labor de hoy.

Nos dirigimos a la morgue, para ser más exactos a La Casa de Funerales la Ermita que queda en el Barrio Centenario en la Av 4N No. 5N-25. Estamos afuera, amablemente un trabajador del lugar nos concede una entrevista. Jonathan, un joven amable y carismático, lleno de vitalidad y una gran energía que con solo verlo a uno se le contagia. Jonathan, tan joven alegre y emprendedor pero que para obtener su sustento diario interactúa con todo lo contrario a su personalidad, !los muertos¡.

Jonathan nos dirige, entramos de una vez por todas al lugar, frio como si fuera una nevera, callado como si fuese ya un cementerio, aun no veíamos ningún muerto solo había una sala de espera y muchas puertas; estar ahí era tan impactante que parecía que las paredes hablaran, era un frio tan penetrante que nos llego hasta los tuétanos, era como si todo el lugar estuviera pintado de gris.

En el lugar habían varias personas, unas trabajando ahí, otras que con solo ver su cara, se sabia que estaban esperando la entrega del cuerpo de algún ser querido, es tan escalofriante el lugar, que desearíamos nunca tener que volver a el; la piel se nos pones tan fría que parecemos uno mas a los que les aplicaran formol.

Siguiendo con nuestra misión del día, hablamos con Jonathan quien muy cordialmente, nos responde a una de nuestras capciosas preguntas. Entrevista a Jonathan Clic aquí

Luego de enterarnos de su dura labor en este lugar, Jonathan nos empieza a hacer un recorrido por las instalaciones, y como si estuviéramos en una casa del terror, avanzamos a pasos lentos parados en el miedo y el suspenso, lo único que nos hacia falta era cogernos de la mano.

Entramos a varias habitaciones, parecía que en una hiciera más frio que en otra, pues lo cuerpos son guardados en una clase de cajones, en cuartos fríos para que no se descompongan.

Llegamos al sitio de trabajo, donde acuestan a los muertos para como se dice en nuestro vocabulario “arreglarlos”, un olor a químicos tan fuerte que había en el lugar, que casi nos pela la nariz. Jonathan nos mostro todos los instrumentos de trabajo y para que sirve cada uno, nos enseño un cadáver antes y después de ser metido al ataúd, por cuenta de él quedamos empapados del tema de la morgue la funeraria y los cadáveres.

Fue impactante ver como una persona tan joven teniendo otro tipo de diversiones, se dedica a algo tan complejo, tan serio y para nosotros tan tenebroso.

En nuestra opinión una labor como esta no la lleva a cabo cualquier persona, tiene que ser como se dice vulgarmente muy “berraco” y trabajador para enfrentarse a la realidad que más de uno le tenemos miedo: la muerte.

Entrar en un sitio como estos es sentir la mirada de la muerte persiguiéndonos, una mirada acosadora, que provoca en nosotros un desplome de sentimientos incontrolables, al ver personas que solo cumplen con su labor, preparar los cadáveres, otras con un dolor indescriptible por la muerte de un ser querido y el miedo, la curiosidad, el fastidio, la intriga y un cierto grado de morbilidad que impero en nosotros los 45 minutos que estuvimos en el lugar.

Es una experiencia que no nos deja con el animo de repetirla, sinceramente nos le quitamos el sombrero a las personas que viven de esto.


miércoles, 19 de agosto de 2009

Cali: Un Paralelo Horizontal

Son las ocho de la mañana, es viernes y con una de sus mejores caras sale el sol en Santiago de Cali.

Justo a esa hora y deleitados con el canto de los pájaros y la hermosa vista que desde aquí tenemos, empieza nuestra travesía por la ciudad iniciando desde la tan conocida iglesia de San Antonio.

El sol nos da unos de sus reflejos mas brillantes, desde aquí arriba la ciudad despierta y se prepara para seguir su ritmo de viernes social. Aquí el agite de ciudad característico de Cali parece ir en cámara lenta, desde este punto se aprecia como un hermoso pueblo mas de este país. Solo se oye el cantar matutino de los pájaros, el correr del rio y la interrupción un poco lejana del ruido de de la ciudad.

Estar aquí arriba parece estar en otro Cali, a pesar que de aquí se ve toda la ciudad, en un plano medio no parece estar aquí. Solo se ven techos de casa en tejas con estilos antiguos coloniales; al alzar la mirada y tratar de obtener un plano completo panorámico, en la lejanía se puede ver así, como si fuera una línea del tiempo que evoluciona y se convierte en ciudad.

El aire es tan puro y tan fresco que parece estar en el típico paseo de finca o en las afueras del a ciudad, donde la nariz se te enfría por “pureza” del ambiente, y la visión es tan alta que en la lejanía no se sabe si es el humo o las nubes que apenas se levantan de la ciudad.

A medida que empezamos a bajar, vemos los habitantes de esta Cali colonial, gente tan tranquila que se puede percibir en su caminar lento y sin prisa, casa con techos tan altos que cambiar un bombillo es una odisea, estar aquí es estar en un museo donde el silencio y la belleza inspiran respeto a todo lo que se aprecia.

El sol calienta más, y a medida que bajamos el ritmo de ciudad aumenta. Hemos dejado de descender la gran loma de San Antonio, llegamos a la planicie, la Calle 5°.

Dejando atrás algo tan hermoso y tranquilo, tan fresco y sereno, parece que hubiera un trazo divisorio que atravesáramos, aquí en plena Calle 5° se puede decir que llegamos a donde empieza Cali como ciudad, corriendo con sus ventajas y riesgos.

Aquí pasan cantidad de vehículos, buses, busetas, camiones, camionetas, carros, motos, bicicletas y cualquier otra cosa en la que uno se pueda mover. El olor frio y fresco desaparece, aquí si no te tapas la nariz, una cantidad de humo puede atorarse en tu garganta.

Con el tráfico, el humo, los pitos y el sol cada vez mas fuerte uno termina arrugando la cara, perdiendo la tranquilidad con la que venia y acelerando el paso, no te das cuenta a que hora pasaste del tranquilo pueblo a la precipitada metrópoli.

Aquí abajo, para atravesar esta calle tenes que pasar por el puente, de no ser así te demoras una eternidad y pones en riesgo tu vida, a pesar de la belleza que se sigue observando en una mirada superficial, la verdad es otra, si uno mira las esquinas solo se encuentra con calles con basura amontonada, malos olores, un ambiente pesado, indigentes y personas que hacen de todo esto un holograma, el cual ignoran y siguen con su ritmo de vida normal.

Seguimos caminando hacia el centro de la ciudad, tenemos como meta llegar a la plaza de Caicedo.

En el camino nos encontramos con una combinación entre lo antiguo y lo moderno, o mejor dicho con una lucha de lo antiguo por sobrevivir ante lo moderno, ahora no hay casas habitadas, son utilizadas como centros de atención o para algún servicio a la comunidad, conservan su estilo antiguo, pero dentro de ellas opera lo moderno.

A medida que nos adentramos en el centro, las casas habitadas desaparecen poco a poco, ahora son desde pequeños hasta grandes puntos de venta, que van perdiendo ese estilo antiguo colonial que veníamos observando.

Son casi las 9:30 de la mañana, la gente ya se encuentra en sus actividades, cada quien en lo suyo. Por fin luego de una buena caminata llegamos a la plaza de Caicedo, vimos cantidad de personas, algunos con pasos afanados, con cosas por hacer, con mucho por hacer, sin nada que hacer y otros sin saber que hacer, era como si nosotros viéramos todo en cámara lenta, veíamos la otra perspectiva de la plaza de Caicedo, pues no íbamos por pagar algún recibo en uno de sus bancos o por hacer algún mandado, solo observábamos.

A la gente que frecuenta este sitio, su arquitectura, historia e importancia le vale huevo, solo van ahí por una razón o necesidad, así esté rodeado de capillas históricas, centros culturales, y palmeras que si hablaran contarían miles historias, no es este el interés de las personas que transitan el lugar.

Era de admirar la creatividad que se ve en las personas, pues en esta plaza la mayoría de individuos que van son desempleados, y buscan la manera de una u otra forma de sobrevivir a esta sociedad y no dejarse morir en esta jungla capitalista. Unos venden chontaduro, uvas, mangos y frutas características de la región, otros lustran zapatos, otros ofrecen asesorías como abogados, y así entre profesionales universitarios y profesionales callejeros por obligación se va llenando poco a poco este característico lugar de la ciudad.

martes, 4 de agosto de 2009

La Comunicacion en la sabiduria y la filosofia


La comunicación nos abre muchos tipos de caminos, nos hace saber cómo viven las culturas, y una de las cosas más importantes, "de donde vinimos, para que vinimos y cuando nos vamos a ir".

Hay algunas culturas que ya tienen una fecha de cuándo sería el fin de los tiempos, pero sin embargo ellos nos muestren desde distintos ámbitos, como nos podemos dar cuenta. Por medio de discursos antiguos que nos aproximen a la realidad, por los mitos que son la respuesta a las cuestiones más profundas y más graves que los seres humanos nos planteamos.

Los Náhuatl es una cultura precolombina que nos pone a pensar y que su principal función o intención es que los niños y jóvenes podamos sembrar los ideales desde los cuales nos es posible formar, los rostros y corazones sabios y firmes.

Las culturas fueron las primeras que intentaron dar un sentido a la vida, y de que veamos las cosas de otra forma. Nos ensañaron también una nueva forma de comunicación que son los jeroglíficos, las escrituras en piedras, pergaminos e incluso con formas, objetos y estatuas.

También nos dicen que las palabras verdaderas en la tierra, pueden significar cosas que puedan dar sentido al a vida que apuntar a aquella que es superior a nosotros. Algo cultural que también nos muestran son el arte y la poesía, que tal vez son la única manera de decir palabras verdaderas, el corazón, como principio dinámico del hombre: es como un libro de pinturas en el que puede leerse y en el que uno termina encontrándose; no hay mejor camino a la verdad que el arte y la poesía.

En conclusión se puede decir que las culturas precolombinas no reflexiona con la lógica racional que muchos suponemos tener. En cambio, canta, baila, vive sus mitos, y a través de su baile y su canto se eleva su manifestación al mundo que nos rodea. Esta podría ser la lección más grande que los pueblos precolombinos nos dejaron al hombre latinoamericano, "no renunciar a lo propio, a lo singular, a lo que nos identifica, a lo que nos pertenece".