Recuerdo con mucha nostalgia y alegría, lo bueno que
ha sido mi vida. Momentos de nuevas experiencias, recochas y momentos
inigualables. Pero como lo bueno no dura para siempre, pero queda grabado en la
mente. A medida que crecía conocía mas mi entorno, a mis amigos e incluso
nuevas palabras (mi abuela dice que son groserías), que de alguna manera sigo
diciendo.
Una que recuerdo demasiado, es la sin igual palabra
“Parce”. La utilice, hasta para llamar a mi mamá. Mis amigos de la calle, mis
compañeros de estudio, mis novias e incluso uno de mis profesores, también eran
mis parceros.
Salíamos de rumba y todos eran –parce, cuanto hay
pal trago-, -parce venga le digo-, -parcero píllate esto-. Fue una palabra que
la utilizábamos hasta para ir al baño –parce ya vengo-.
Pero yo no era el único que la usaba. Esta palabra
viene del portugués Parlache y en Colombia se comenzó a utilizar a partir de
los años 80. Siendo los jóvenes los que llamaban a sus amigos así como muestra
de afecto.
Tuve un tiempo de no usarla más cuando salió a la
luz, uno de sus verdaderos significados. -Parce: Compañero de Cama-. Mi boca no
volvió a nombrar esta palabra para no sentirme incomodo sabiendo esta
definición.
Ah. Pero luego ya no me importo. Tengo una tía que
es bien mamadora de gallo y coge de recocha al marido diciéndole –Parcero-. Y a
lo bien, hay que tener en cuenta, que es una palabra muy pegajosa.
La sigo usando para llamar a todos mis amigos. Porque
aparte de yo ser un bacán con ellos. Nos armamos unas rumbas muy ásperas. No
hay nada mejor que salir con todo el combo y darse un borondo por la cuadra.
Parcharnos en el parque y hablar mierda hasta más no poder.
Y como en todo grupo de amigos, nunca falta: el
Fresco, el Flojo, la Encarretada, la Carretuda, el Faltón, etc. La pasamos una
chimba juntos. Sabiendo que siempre vamos a estar ahí, aunque sea para tomarnos
desde una gasimba, hasta una copita de guaro.
Ahora el mundo como esta de cambiado uno creería que
las nuevas generaciones estarían con un nuevo hablado. Pero cuales, antes está más
dañado. El niño de 2 años, ya dice parcerito. El pelao de 14 años ya sale de
rumba y el de 18 ya se va de moteliada.
Solo los más tesos, los que anduvimos la calle; somos
los más calidosos para expresarnos así. Pero yo con mis panas de toda la vida,
seguimos siendo unos pelados muy frescos, riéndonos hasta de hablar caspa.
En fin, cantidad de cosas que he aprendido a lo
largo de mi vida. Y ya para finalizar hay que decir, que yo también salí al
soco huyéndole a la tomba. Con otro amigo pusimos de a luca para la gaseosa con
pan y partimos miti-miti. Fuimos unos gamines jugando hasta bajo la lluvia. Nos
encaletamos los borradores y lápices en el colegio. Y aquí seguimos…